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27 junio 2016

SENSIBILIDAD QUIMICA MÚLTIPLE: testimonio de una obstinada ante las elecciones generales del 26 de junio de 2016

Sensibilidad química múltiple_testimonios
Elecciones y sensibilidad química múltiple
Hoy domingo 26 de junio de 2016 he podido cumplir un deseo: votar (un derecho que a los ciudadanos nos ha costado mucho esfuerzo conseguir y al que nadie debería renunciar: recordemos que hasta hace poco no podíamos ejercerlo, y aún menos las mujeres).

Personalmente, hacía años que no había podido hacerlo porque no confluían las circunstancias mínimas necesarias que requiere mi salud y porque el sistema electoral complica este ejercicio a las personas discapacitadas que no podemos votar de manera presencial. El proceso del voto por correo es farragoso para quien tenga problemas de salud que limitan su vida diaria y además da por sentado que una tercera persona podrá realizar por ti una serie de trámites que requieren emplear bastante tiempo (y durante varios días). Esto hace que en la práctica muchas personas enfermas nos quedemos sin votar. Por el contrario, con un certificado digital o un DNI digital podríamos hacerlo de forma fácil, rápida, sin tener que depender de terceras personas, sin molestar a nadie, y sin tener que poseer un teléfono móvil para ello (un aparato que no tiene sentido que tengamos aquellos que nuestros problemas de salud nos impiden salir de casa). En defintiva, el sistema electoral no se hizo pensando en las personas con discapacidad que no pueden ir a su colegio electoral a votar.

Afortunadamente en mi caso, en estas elecciones generales de 2016 se han unido varias circunstancias inusuales (unas fortuitas y otras no) que han hecho posible que pudiera votar:

1. Mi cuadro de salud llevaba unos días más o menos estabilizado.

2. A primera hora de la mañana la climatología me era favorable porque hizo fresco y estuvo nublado (lo contrario hubiera perjudicado mi intolerancia al calor y a la luz que provoca la sensibilidad química múltiple -SQM-).

3. No era un día laborable (lo que favoreció que hubiera poca gente y coches que tuviera que evitar por la calle; y ningún vecino en las zonas comunes de mi edificio, excepto uno que casualmente provenía de la única puerta cuya familia no usa productos de aseo problemáticos).

4. El colegio electoral estaba a pocos metros de mi casa, y no era química y electromagnéticamente problemático (por tratarse de un edificio antiguo sin reformar, tener un gran patio de recreo abierto nada más entrar a él, y haberse situado la zona de votación en la planta baja frente al patio).

5. Por último, y no menos importante, hubo gente en el lugar que me brindó su gran ayuda, comprensión y amabilidad. En concreto, dos apoderados (Arantxa y Patxi), que afortunadamente no tenían problemas químicos en su aseo personal que al menos fueran detectables a través de la doble mascarilla con protección interior de refuerzo que yo llevaba puesta; un policía (Andrés); y las personas de la mesa en la que me tocó votar. Sin duda, sin la asistencia y cooperación de todos ellos yo no hubiera podido votar, pues aunque llegué al colegio electoral justo en el horario de apertura (las 9:00 h.) con el fin de hallarlo vacío, me encontré con la sorpresa de que ya había una enorme muchedumbre dentro, y una gran cola fuera. Esto hacía completamente imposible que yo pudiera entrar al edificio. De hecho, aunque estaba en el amplio patio de recreo, alejada de la gente, y con varios protecciones faciales superpuestos hubo alguna persona que al pasar a algunos metros míos me afectó bastante. Afortunadamente, Patxi me brindó enseguida ayuda y entró en el edificio para hablar con la mesa electoral con el fin de que pudiera votar. Arantxa salió también, para ver cómo podía ayudarme. Al final, se sacaron las urnas al patio para que yo pudiera votar.

Durante la espera me enternecieron dos policías entreteniendo a unos perros que ladraban mientras permanecían atados a la entrada del colegio esperando a su dueño. También me emocionó la sensibilidad que mostró Andrés, el policía que estuvo atento a que yo no me cayera mientras me llevaba al otro lado del patio de recreo donde se iban a sacar las urnas, ya que el efecto de los químicos del entorno, sumado a la luz ambiental y al mucho tiempo que llevaba sin pisar la calle, me hacían difícil la deambulación sin irme de un lado hacia otro por la desestabilización motora que me provoca la SQM.

Prácticamente todos estuvieron increíbles. Les di las gracias a todos. Fue muy emocionante.

Pero aún hay más. Una vez voté resultó que los límites de la salud no me hacían posible volver a mi casa, al menos no en el momento (¿pero cómo explicarlo, viviendo a pocos metros del colegio electoral?). Reconozco que era un riesgo que tenía asumido de forma temeraria, pero quería votar. La ida sabía que, descansando un par de veces por el camino, podría hacerla si no se cruzaba en mi camino alguien que llevara consigo sustancias químicas que me afectaran a pesar de la protección facial que llevaba (productos de aseo personal con fragancias, cigarros encendidos, etc.); pero la vuelta tenía claro que era probable que no podría realizarla porque precisamente si tuve que dejar de votar hace años fue porque la última vez que lo hice ocurrió algo similar, y ante ello un policía me brindó como solución llamar a una ambulancia para que pudiera volver a casa, cosa que rechacé amablemente por considerarlo una solución desproporcionada, que además consumiría demasiados recursos públicos. Pero en ese momento, me prometí que no volvería a molestar a nadie más de esta manera de nuevo, y encima para acabar con nefastas consecuencias para mi salud.

Sin embargo, hoy afortunadamente los dos apoderados que estuvieron conmigo -desde el principio muy concienciados con mis circunstancias- me preguntaron si podría volver a mi casa sin problemas. Y de ella (Arantxa) salió acompañarme. El trayecto lo hice con algunas paradas más en el camino de las que había necesitado para la ida, pero esta amable apoderada estuvo conmigo hasta que llegamos a la misma puerta de entrada a mi edificio. La sorpresa vino cuando durante el trayecto me reveló que conocía la sensibilidad química múltiple. Resulta que hacía unos años había visto un reportaje sobre ello, del que recordaba a una "ingeniero agrícola" (por las señas, era nuestra compañera Judith Marqués), por lo que estaba concienciada con el problema y lo entendía. Fue una gran alegría saber que la labor de difusión con la SQM da sus frutos calando de manera tan práctica y masiva a pie de calle, pues a las personas que tenemos que vivir aisladas por nuestros problemas de salud no nos es posible conocer, desde nuestros hogares, el alcance real y completo que tiene la divulgación en la sociedad. Subí las escaleras a mi casa haciendo algunos descansos, pero con una gran sonrisa detrás de los filtros protectores faciales que llevaba encima: el esfuerzo de difusión con la SQM y el esfuerzo para ir a votar habían servido de algo, y además hoy había conocido a tres personas encantadoras (¡gracias Arantxa, Patxi y Andrés!).

El resto del día ha sido complicado, pues mi cuerpo está decidiendo si las consecuencias de la salida van a derivar en una crisis o no (fuerte malestar general, síntomas similares a una gripe, fatiga crónica exacerbada, mialgias generalizadas, ojos con sensación de que queman por dentro -por la exposición a la luz-...).

En 2015 sólo pude realizar una salida a la calle: fue el jueves 10 de septiembre, dentro de un transporte adaptado a mi SQM. En 2016 lo fue hoy domingo, 26 de junio -hasta la fecha-, para votar en las elecciones generales.

Ahora necesito recuperarme para intentar estabilizarme cuanto antes, en lo posible.

María José Moya

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